viernes, 29 de enero de 2010
jueves, 11 de diciembre de 2008
La ilustración: Luz Letts
Así como existe quienes, antes de escribir la novela, ya tienen pensado el título, yo soy de los que antes de escribirla ya tienen pensada la carátula. Eso, al menos, me sucedió con Escena de caza (la primera edición, por Santo Oficio, es un tributo a la belleza y mi amistad por la cover girl y mi mejor amiga, Malisa Cecchet); con La disciplina de la vanidad (desde que empecé a escribirla, me acompañaba en el escritorio una foto espléndida de Jeanloup Sieff que usé de carátula, y que aún está en mi mesa), agregando a eso el hecho sentimental de que el concepto de carátula de la extinta serie Ficciones del Fondo Editorial PUCP, que se inició con mi libro, le pertenece a mi hermano Edgard. Y con Un lugar llamado Oreja de perro me sucedió lo mismo. Durante todo el tiempo que la escribí, en la página de word donde escribí el título pegué la fotgrafía de un inquietante cuadro de la pintora peruana Luz Letts que encontré en la página web de la Galería Lucía de la Puente. Cuando envié la novela a mi agente, este encontró el cuadro formidable y que iba muy bien con el tono y el tema del libro. Yo no recordaba haber enviado la ilustración de Luz, porque después de tantas correcciones, idas y venidas, ya había olvidado que puse ese cuadro en la primera página. Cuando la novela quedó finalista, recibí un correo de Anagrama en el que me decían que estaban encantados con la ilustración que yo proponía de carátula. Como no soy amigo personal de Luz Letts, solo les di la dirección de la Galería de donde saqué la foto y dejé que ellos hicieran el resto. Cuando supe que el libro saldría con el cuadro de Luz como carátula sentí una infinita alegría y alivio. Un alivio que se volvió en felicidad al ver cómo quedó combinado con el complicado gris de la serie Narrativas Hispánicas (con el pálido amarillo hubiera quedado aún mejor, lástima que no soy húngaro). Una anécdota: La escritura duró ocho años, y en la mayoría de ellos esa fue la ilustración, salvo unos meses en que decidí cambiarla por un cuadro también de Luz Letts que es éste:
PD.- algo que me fascina es cómo se mueve el azar y termina haciendo asociaciones interesantes. La única vez que no elegí la carátula de un libro mío fue cuando saqué El viaje interior con Peisa. Ellos habían empezado una relación laboral con Eduardo Tokeshi y fue él el autor de la carátula, que me gustó muchísimo, tanto que me robé la prueba y la enmarqué en mi casa. Pues Tokeshi es esposo de Luz Letts y me acabo de dar cuenta de esa coincidencia recién ahora, escribiendo este post. Por eso me encanta la frase de Svevo: "la vida nunca es buena o mala, sino original".
martes, 9 de diciembre de 2008
El rebote en los blogs
Por supuesto, a partir de la nota de EFE y la reproducción en diversos medios virtuales (al día siguiente, la oficina de prensa de Anagrama contaba cerca de 400 o más entradas en el Google) la noticia rebotó en algunos blogs (otros "democráticos" se hicieron los de la vista gorda olímpicamente, pero están en su derecho). Entre ellos, quiero destacar algunos especialmente interesantes, o significativos, para mí.
El saludo de Gustavo Faverón en "Puente Aéreo"
El saludo, algo incrédulo, de Porta9, que incluye un par de preguntas respecto a la novela.
El saludo del blog de Gastón García, desde México, tan amistoso conmigo que me emocionó tremendamente. Lo dejo completo:
Vila-Matas estaba a punto de incluirlo como un Barterbly más de la literatura latinoamericana. Cuando muchos pensaban que su destino literario había tomado un perfil similar al de una rocola con puras canciones de Lavoe en un pub de mala-muertes y buenas-niñas en Bogotá, Santiago o Lima, Iván Thays puso el último punto a una novela que, hoy se anuncia, quedó finalista del Premio Herralde, cuyo premio mayor ha quedado en manos del escritor mexicano Daniel Sada, con su novela Casi nunca.
Son muchos, por antagónicas razones, los que esperan esta nueva novela de Iván Thays. No sabemos si será el secreto mejor guardado o la joya peruana escondida, pero sí que hay en este escritor un punto de vista interesante, rico, bien alimentado de fantasmas y lecturas, un entrecruce de territorios y generaciones que le han determinado una posibilidad , una toma del lugar, de un espacio que le corresponde, un decir propio, que ya ha merecido este y otros reconocimientos.
Según parece, esta novela se ha cocido durante años, amenazada por los miedos, la abulia y cierto fetichismo, pero supongo que a la vez está enriquecida versión tras versión por el leit motiv de su personaje anterior -también escritor-, que confiesa: “Tengo todo el tiempo del mundo para demorarme en un adjetivo, para limar una aspereza, para rizar un rizo”. Este personaje de su libro La disciplina de la vanidad (Ed. PUCP), le permitió a Thays ver la profesión desde un espejo desdeñoso, es decir ver más allá de ese momento en el que alguien se sienta a escribir, y escribe. De todo eso, que en definitiva no tiene nada que ver con la literatura, hizo literatura. De la afectación de los escritores que surgen a diario o de los que no se mueren nunca, pero que llenan festivales, simposios y encuentros, antologías, bares y tiendas de ropa a la última moda, Thays detectó material para su libro de juventud. Con esta novela ganó algunos premios y se lo vio en cuanto festival, simposio, encuentro, antología, bar, o tienda de ropa hubiera por ahí.
Iván Thays, a pesar de su profusión maniática por alimentar -más o menos a diario- el blog literario en español mejor informado, va diciendo que es un escritor que no escribe, que lleva años hablando de la misma novela, y responde que no tiene ninguna respuesta a la pregunta que más tortura a los escritores: ¿Qué está escribiendo en este momento? Mientras, anota puntilloso ideas de las que se arrepiente al otro día, pero con las que al menos llena libretas (Moleskines).
Por fin se develó el secreto: Un lugar llamado oreja de perro, la nueva novela de Iván Thays, finalista del Premio Herralde de Novela 2008. Felicidades, Iván.
Fragmento de la entrevista a Iván Thays realizada en Colombia, con motivo del Hay Festival, Bogotá 39:
-¿Qué has aprendido como escritor?
-A desconfiar.
-¿Visto de cerca, cómo es un escritor?
-Un hombre con un oficio que sabe que al final, será un vano oficio. Así lo dice Cernuda en La gloria del poeta, o Flaubert citado por Julian Barnes, cuando compara al escritor con un sujeto que pretende hacer música para conmover a las estrellas y sólo consigue hacer bailar a los osos.
-¿Qué es lo peor de un escritor?
-La vanidad literaria se contrapone a la soberbia. Y las comparo con muchachas. La chica soberbia es la que sale de su casa sin mirarse en el espejo. La chica vanidosa es insegura, se arregla mil veces, nunca termina de combinar la ropa. Los escritores soberbios son aquellos que piensan que sus temas son tan imprescindibles para la humanidad, la sociedad, la vida de los demás, que simplemente escriben sin fijarse en los detalles. Los escritores vanidosos son los que acarician los detalles, como diría el fantasma de Nabokov, con quien me encuentro a veces en una torre en Elsinor.
-¿La vanidad es necesaria para negociar con el editor, para salir mejor en la foto…?
-…La vanidad es necesaria para escribir un buen libro. Cuando uno escribe un buen libro siempre sale bien en las fotos.
-”Me invitan a todos lados, pero nadie me ha leído”, ¿Qué hace un vanidoso con esa frase?
-La cuelga como lema en la cabecera de su cama. Es el mejor escenario posible para escribir en paz, sin presiones, sin rutas impuestas, sin expectativas.
-¿Cómo es el espejo de un escritor?
Hay tantos como escritores. El mío es el revés del de la madrastra de Blancanieves. Me dice lo mal que me ha salido todo, que no deje de corregir, que he fallado otra vez, que no publique nunca más, que empiece todo de cero. Y al final, al verme abatido, me dice que al final vale la pena insistir y me manda a la cama.
-¿Se animaron a leer La disciplina de la vanidad tus amigos escritores?
-Lo leyeron con técnicas detectivescas y luego me invitaron a innumerables cenas, subí 14 kilos que he demorado 7 años de silencio editorial en bajar para preguntarme, entre el postre y el café, “¿soy yo?”
La inmediata nota de Efe
La redactora de EFE ganándole a la competencia en pleno brindis. Foto: Moleskine
Esto dijo la nota (aquí copiada de El País):
El escritor y periodista mexicano Daniel Sada ha ganado hoy por unanimidad del jurado el XXVI Premio Herralde de novela con la obra Casi nunca, que presentó bajo el seudónimo de G.D Fanance y que retrata una relación amorosa a tres bandas entre un ingeniero agrónomo, una prostituta y una ilustre señorita. Dotado con 18.000 euros, al premio Herralde de este año han concurrido un total de 244 novelas -43 más que en 2007- y el jurado ha proclamado finalista la obra Un lugar llamado Oreja de Perro, del peruano Iván Thays, un relato introspectivo protagonizado por un hombre que acaba de perder a su hijo de cinco años y que ve cómo se rompe su matrimonio.
El editor Jorge Herralde ha destacado el "lujo" que suponía para el premio que Sada, un enamorado de la forma, que ha renovado la narrativa mexicana, hubiera concurrido al mismo y ha avanzado que, por primera vez en 26 años, Anagrama también publicará las otras obras finalistas, de autores prácticamente desconocidos, por su "alta calidad". Así, los lectores podrán encontrar en las librerías dentro de quince días las dos novelas que han conseguido el primer y el segundo puesto de este premio, mientras que en febrero de 2009 podrán conocer Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued (Argentina, 1970); Temporada de caza para el león negro, de Tryno Maldonado (México, 1977) y Asuntos propios, de José Morella (España, 1972).
Daniel Sada (Mexicali, México, 1953), a quien el fallecido Roberto Bolaño admiraba y había calificado de autor barroco, a la misma altura que Lezama Lima, ha mostrado su satisfacción por haber obtenido esta edición del Herralde de novela. "Es como recibir un frasco de vitaminas", ha dicho, con una obra, de tintes autobiográficos en la que narra, sin olvidarse del humor, las relaciones amorosas entre un hombre y dos mujeres. Reconociendo que le costó encontrar el punto de vista del narrador, en su opinión lo más importante de una novela, el autor mexicano ha indicado que algunos de los personajes del libro todavía viven, por lo que "no sé qué ocurrirá cuando lean la obra".
De todas maneras, ha advertido de que ha cambiado muchas cosas de la historia real en la que se basó, trasladando la acción al México de los años cuarenta, donde desplazarse era muy costoso, sin apenas carreteras y con lentos coches de caballo circulando por los caminos. "Quería escribir -ha subrayado- una novela cercana al pudor exacerbado, donde el deseo creciera y se engrandeciera, con un contrapunto de perversión inaudito. Y manejarme en esos dos extremos, sin que el nivel de intriga decreciera".
También el humor incide en el argumento y, según Sada, "tiene que tener un desarrollo dramático para que sea eficaz, no sólo debe ser a base de chascarrillos". Respecto al hecho de que se le haya calificado de hombre-novela y de barroco, el escritor ha señalado que "hago un tipo de literatura no muy acorde con los tiempos actuales, interesándome mucho la cadencia en la prosa".Periodista de formación, aunque apenas ha ejercido, Daniel Sada ha escrito otros 15 libros, uno de ellos trasladado al cine (Una de dos), y ha ganado varios premios en su país.
Por su parte, Iván Thays, conocido en el ámbito literario por una de las bitácoras más completas que hay en la red sobre literatura hispanoamericana, ha tardado ocho años en construir Un lugar llamado Oreja de Perro, en el que cruza las reflexiones del protagonista, un periodista destinado a una destruida ciudad andina, con los acontecimientos ocurridos en Perú a raíz del gobierno de Fujimori.
Thays, de 40 años y que fue elegido el año pasado como uno de los 39 mejores escritores latinoamericanos jóvenes en Bogotá, ha dicho que empezó la obra cuando todavía era joven, reiniciándola y dándole una nueva forma cuando se divorció y su ex-esposa se llevó con ella a su hijo. El jurado de este galardón literario estaba formado en esta ocasión por Salvador Clotas, Juan Cueto, Luis Magrinyà, Enrique Vila-Matas y el editor Jorge Herralde.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Un lugar llamado Chungui
Corneteros en Chungui. Foto: moner lizana
Durante el proceso de escritura de la novela, muchas veces pensé en ir a Oreja de Perro y ver el lugar in situ, a lo Vargas Llosa. Pero lo cierto es que eso hubiera impedido escribir la novela tal como la tenía planeada. No soy un "narrador topográfico" y creo que, en la literatura como en la vida, los espacios físicos son estados mentales, objetos de los que nos apropiamos queriéndolo o sin querer. Así que preferí imaginarme Oreja de Perro y escribir la novela sin mayores datos que los que mi propia ficción exigía. Y, desde luego, me cuidé de poner una advertencia al principio de la novela en la que explicito:
Oreja de perro es el nombre con que se conoce a una zona ubicada en La Mar (Ayacucho) que incluye varios caseríos, algunos de ellos de muy difícil acceso. Aunque, lamentablemente, la zona fue en efecto muy golpeada por el terrorismo en la década de los años 80 todos los datos sobre la zona, los lugares mencionados y los personajes que aparecen en esta novela son ficticios.
Sin embargo, ahora un grupo de amigos me está animando a ir a Chungui como una experiencia extraña, una aventura. Y me digo ¿Por qué no? Puede ser interesante hacer el proceso inverso. Siempre y cuando, obvio, consiga antes el maravilloso e indispensable sorochepill.
Acta del Jurado del Premio Herralde 2008
Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, Argentina
Casi nunca, de G.D. Fanance (pseudónimo), México
Temporada de caza para el león negro, de Tryno Maldonado, México
Asuntos propios, de José Morella, España
El hombre invisible, de Suraki Rathan (pseudónimo), Perú
Pasaron a la deliberación final las dos siguientes:
Casi nunca, de G.D. Fanance (pseudónimo), México
El hombre invisible, de Suraki Rathan (pseudónimo), Perú
Resultó ganadora, por unanimidad, Casi nunca de Daniel Sada (presentado bajo el pseudónimo de G.D. Fanance), México, y finalista Un lugar llamado Oreja de Perro de Iván Thays (presentado bajo el pseudónimo de Suraki Rathan y el título El hombre invisible) de Perú.
Una apuesta para el futuro: El jurado quiere resaltar también la alta calidad literaria de las otras tres obras seleccionadas, de autores de edad inferior a los 40 años, muy poco conocidos, y que se han presentado con su primera o segunda novela. Es decir, Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued (Argentina, 1970), Temporada de caza para el león negro, de Tryno Maldonado (México, 1977), y Asuntos propios, de José Morella (España, 1972). Tenemos la satisfacción de anunciarles que se publicarán en Anagrama en el mes de febrero de 2009.
leer el acta del jurado en la página web de Anagrama
martes, 25 de noviembre de 2008
Introducción: Palabras de agradecimiento
Un reconocimiento literario, cualquiera que sea éste (incluso uno tan prestigioso como ser finalista del premio Herralde o, como subraya con precisión enciclopédica un comentarista anónimo del blog "Puente Aéreo" : "ser el primero de los perdedores"), es solo un motivo para que los amigos y los familiares celebren. No significa nada más: ni el comienzo de una brillante carrera ni el pináculo de otra. No voy a mentir que para mí regresar a la literatura después de 8 años de ausencia con un libro en España, y en una editorial como Anagrama, significa una simpática patadita en el culo a todos los anónimos que desde hace años sentenciaron mi muerte literaria y que me han calificado en blogs-basura de cuarentón fracasado (recién hace 15 días cumplí los 40), casi calvo, mediocre, recurseador literario y estafador de talleristas, dedicado a bloggear y no a escribir, etc. etc. Pero sobre todo, significa estrechar en un enormísimo abrazo a todos los amigos que jamás perdieron la fe en mí como escritor, y siempre insisitieron en que yo debía seguir luchando por terminar esa novela que me estaba costando demasiado corregir porque implicaba demasiadas cosas personales (aunque no es autobiográfica, felizmente). Publicar en España, en un sello que admiro como Anagrama y en una situación beneficiosa como la de ser finalista, es un privilegio. Pero lo realmente importante es que el libro existe, que un largo proceso de interiorización ha terminado y que se cierra un ciclo donde he aprendido mucho sobre mí aún contra mí mismo. Les dejo aquí las palabras que leí en la ceremonia de premiación, le mando un fuerte abrazo a todos los amigos recientes y antiguos que me acompañaron en Barcelona durante estos días intensos, y espero que pronto puedan leer la novela y juzgarla según su criterio, sus prejuicios y sus gustos, mientras yo corrijo en mi casa, viendo a mi hijo jugar con su WII, mi nueva novela, que a diferencia de la anterior me salió de un tirón y me entusiasma mucho cómo quedó la primera versión. Eso es todo.
A los amigos peruanos, les comento una buena noticia: Océano, la distribuidora de Anagrama en Lima, hará una edición en Perú que aparecerá muy pronto, casi simultáneamente con España, y el preció será según el standard de un libro editado en el país. Ya les informaré después cómo van las cosas en ese sentido y los invitaré a la presentación.Quiero empezar diciendo que me siento muy orgulloso de haber quedado finalista en el premio Herralde, que tanto significa para la literatura en nuestra lengua, un año tan exigente como éste donde el ganador es un escritor de la experiencia y el talento de Daniel Sada y donde se publicará, además, por primera vez, los tres libros que llegaron la penúltima deliberación y que pertenece a autores muy jóvenes de Argentina, España y México. Eso habla mejor que nada de la alta calidad de la cosecha de este año. Mi novela Un lugar llamado Oreja de perro tiene una premisa muy simple, pero al mismo tiempo muy ambiciosa y compleja. Un hombre pierde a su hijo de cinco años y unos meses más tarde es abandonado por su esposa. ¿Qué pasa entonces? No sabe qué hacer, se queda detenido en la inacción, en el instante, se califica a sí mismo como un hombre invisible. Paralelamente, es enviado como periodista a una zona muy alejada de la sierra peruana, una de las zonas más endurecidas y arrasadas por la violencia de los años 80, llamada Oreja de perro. Me gusta el nombre del lugar, que existe de verdad y que ciertamente ha sido uno de los más golpeados durante los años del terrorismo. Los hombres incapaces de actuar tienen una sensibilidad distinta, escuchan con un oído más fino, son más perceptivos a lo que pasa alrededor de ellos, como si tuviesen el oído de un perro. Y así de perceptivo es el personaje de mi novela, que transcurre durante 48 horas en Perú pero en un espacio más parecido al territorio silencioso y denso de una película de David Lynch antes que a una descripción antropológica o topográfica de un lugar geográfico específico. Lo que pretendía es que fuese una novela que implicase a todos. Es decir, supongamos que explota una bomba en Paseo de Gracia: ¿Qué hacen uds? ¿Corren a donar sangre o se queda mirando por TV lo que está sucediendo? La mujer que aman descubre descubre, de pronto, que ha dejado de amarlos o nunca los amó ¿Qué hacen entonces? ¿Se colocan entre ella y la puerta para evitar que se vaya? ¿Le escriben miles de emails para convencerla de que regrese? ¿Se arrojan a sus pies? O simplemente la dejan irse y empiezan a afinar su oreja de perro para tratar de entender el mundo pero sin participar de él directamente. En esa disyuntiva vive mi personaje, que un lector amigo ha comparado con el protagonista de Blow Up, una de mis películas favoritas. Su hijo pequeño ha muerto, su mujer se va, y él se la pasa mirando TV y películas en DVD deseando tener amnesia para olvidar todo lo que lo hace sufrir. Pero al mismo tiempo, el país entero le dice que recuerde las muertes ocurridas, que enfrentar la verdad y no olvidar nuestros muestros es el único medio de comprender, aceptar y reconciliarse con la realidad. ¿Qué puede hacer él de pie entre esas dos líneas que se cruzan? Mi novela intenta responder esa pregunta. Es un libro que "trata sobre mí mismo y sobre todo lo demás", como diría el adolescente protagonista de mi novela La disciplina de la vanidad. Yo creo que todos los libros tratan, al fin y al cabo, de eso mismo. Escribir esta novela me costó ocho años de vida. Pero al final aprendí algo, o mucho. Aprendí, por ejemplo, que todos vivimos en algún momento, tarde o temprano, en un lugar llamado Oreja de perro.