jueves, 11 de diciembre de 2008

La ilustración: Luz Letts

La carátula de la novela. Cuadro de Luz Letts. Fuente: galería Lucía de la Puente

Así como existe quienes, antes de escribir la novela, ya tienen pensado el título, yo soy de los que antes de escribirla ya tienen pensada la carátula. Eso, al menos, me sucedió con Escena de caza (la primera edición, por Santo Oficio, es un tributo a la belleza y mi amistad por la cover girl y mi mejor amiga, Malisa Cecchet); con La disciplina de la vanidad (desde que empecé a escribirla, me acompañaba en el escritorio una foto espléndida de Jeanloup Sieff que usé de carátula, y que aún está en mi mesa), agregando a eso el hecho sentimental de que el concepto de carátula de la extinta serie Ficciones del Fondo Editorial PUCP, que se inició con mi libro, le pertenece a mi hermano Edgard. Y con Un lugar llamado Oreja de perro me sucedió lo mismo. Durante todo el tiempo que la escribí, en la página de word donde escribí el título pegué la fotgrafía de un inquietante cuadro de la pintora peruana Luz Letts que encontré en la página web de la Galería Lucía de la Puente. Cuando envié la novela a mi agente, este encontró el cuadro formidable y que iba muy bien con el tono y el tema del libro. Yo no recordaba haber enviado la ilustración de Luz, porque después de tantas correcciones, idas y venidas, ya había olvidado que puse ese cuadro en la primera página. Cuando la novela quedó finalista, recibí un correo de Anagrama en el que me decían que estaban encantados con la ilustración que yo proponía de carátula. Como no soy amigo personal de Luz Letts, solo les di la dirección de la Galería de donde saqué la foto y dejé que ellos hicieran el resto. Cuando supe que el libro saldría con el cuadro de Luz como carátula sentí una infinita alegría y alivio. Un alivio que se volvió en felicidad al ver cómo quedó combinado con el complicado gris de la serie Narrativas Hispánicas (con el pálido amarillo hubiera quedado aún mejor, lástima que no soy húngaro). Una anécdota: La escritura duró ocho años, y en la mayoría de ellos esa fue la ilustración, salvo unos meses en que decidí cambiarla por un cuadro también de Luz Letts que es éste:



Al final, descarté ese cuadro porque me pareció demasiado alegórico y no quería darle esa lectura a mi novela, ni siquiera a la carátula. Debo aceptar, por qué no, que el tono melancólico y sepia del cuadro de Luz Letts muchas veces impregnó y hasta condicionó la escritura de mi relato. No sería la primera vez que una pintura influye en un escritor. Me alegra mucho haber sido influido por Luz.

PD.- algo que me fascina es cómo se mueve el azar y termina haciendo asociaciones interesantes. La única vez que no elegí la carátula de un libro mío fue cuando saqué El viaje interior con Peisa. Ellos habían empezado una relación laboral con Eduardo Tokeshi y fue él el autor de la carátula, que me gustó muchísimo, tanto que me robé la prueba y la enmarqué en mi casa. Pues Tokeshi es esposo de Luz Letts y me acabo de dar cuenta de esa coincidencia recién ahora, escribiendo este post. Por eso me encanta la frase de Svevo: "la vida nunca es buena o mala, sino original".

3 comentarios:

LIVIA dijo...

me encanta esta novela con toda su sencilla melancolía .. genial

Unknown dijo...

Genial la charla de hoy en la Usil acerca de el libro, aunque creo que el tiempo quedó corto, saludos.

Anónimo dijo...

iré a comprarla y ya veré qué tal me fue...
www.laficcionysusviajes.blogspot.com